¿Quién sufre más, el que se va o el que se queda? Parece una pregunta fácil de responder ya que aparentemente sólo existen dos posibilidades “a o b”, pero la realidad de los migrantes es muy compleja y existen factores que pueden llevar a afectar más a un lado que al otro, sin embargo, si hay algo que se puede afirmar con plena certeza: “el dolor y la sensación de estar perdiendo algo importante la sienten en igual medida tanto los que se van como los que se quedan”. Las consecuencias que la migración traiga para unos u otros es lo que vendría a dar respuesta a esta pregunta.

La migración impacta a quienes las sufren dependiendo del grado de aceptación de responsabilidad que se tenga sobre la decisión tomada. El migrante que decide viajar por motivos de desarrollo personal o laboral sufre menos que aquel que migra porque las circunstancias lo “obligaron”, o porque es lo “mejor” para su pareja o su familia y aquí también se incluyen las mujeres y los hombres que migran por amor.

La motivación y el establecimiento de metas u objetivos concretos juegan un papel fundamental en la afectación positiva o negativa que tenga la migración sobre cada individuo. En pocas palabras: los que se van sufren por la sensación de pérdida de estatus, la ausencia de su cultura y el alejamiento de los lazos afectivos, pero si cuenta con objetivos y metas claras, la motivación lo mantendrá expectante y eso facilitará su adaptación al nuevo país y por lo tanto mitigará el impacto de la migración en su psiquis, evitando caer en estados depresivos.

Los familiares que despiden a sus seres queridos se sienten, en muchas ocasiones, traicionados o abandonados por el integrante que se aleja. Otros en cambio se sienten tristes bajo la certeza de que la distancia enfriará la relación familiar, pero a la vez felices al pensar que el ser amado viaja en búsqueda de nuevos horizontes y metas a cumplir. En este sentido, no sienten lo mismo unos padres que despiden a una hija o a un hijo en el aeropuerto a lo que pueda sentir un hijo o hija al ver partir a uno de sus progenitores, ya que la relación de dependencia afectiva es completamente diferente.

Aunque los padres sufran por el alejamiento de sus hijos, ellos mismos son conscientes de que es algo “natural”, el que los hijos busquen un camino diferente al de ellos para desarrollarse como seres humanos. Mientras que los hijos necesitan el apoyo, la protección y sobre todo el amor de sus padres, no importa la edad de desarrollo de éste, y si uno de ellos se va a vivir al extranjero, por más que el hijo sea consciente de que es “lo mejor” (según la información que recibe de los adultos que lo rodea), la sensación de abandono y traición es innegable en el inconsciente. Desde este punto de vista, la migración podría tener un alto impacto negativo en aquellas personas que sean dependientes (afectivamente hablando) de los que se van, dentro de esta categoría no sólo están los hijos, también entran los cónyuges o parejas de hecho y los adultos mayores que no cuentan con otros familiares de apoyo.

Uno de los mayores impactos que sufre la familia, cuando uno de sus familiares viaja para vivir en el extranjero es la desintegración. Al final, por más que el contacto se mantenga activo por teléfono, WhatsApp u otras redes sociales, la falta de convivencia creará distanciamiento y desapego. El divorcio es un hecho innegable que afecta muchísimo a las familias cuyos conyugues ya no conviven activamente.

Los niños y jóvenes son los que más sufren cuando uno de sus padres se encuentra ausente: tanto la figura paterna como la materna son esenciales para el desarrollo psicológico y afectivo de los niños en cada una de sus etapas de desarrollo, y aunque otros familiares ocupen sus lugares, el impacto es innegable y se puede manifestar en exceso de agresividad y violencia o en baja autoestima y un comportamiento retraído, incluyendo también bajas calificaciones. Claro que todo en psicología es relativo, y si el progenitor que permanece al lado del niño logra mantener la imagen del padre o madre ausente activa y positiva en la mente del niño, es posible mitigar el impacto negativo de la ausencia de éste.

Cuando la migración se da en familia, una de las principales características es que, con el tiempo, los hijos de ese hogar terminan alejándose de las raíces culturales de sus padres. Este fenómeno se da porque los seres humanos tendemos a identificarnos afectivamente con la cultura y los lugares en donde vivimos durante la infancia y la juventud. Este desarraigo no es necesariamente un obstáculo en la relación familiar a menos que los padres tengan un gran apego a las costumbres del país de procedencia o una total desaprobación de la cultura del país donde se residen.

Pero bueno, a mí me gusta ver siempre las dos caras de la moneda y si ya he comentado algunos de los impactos negativos de la migración en la familia, ¿por qué no ver también los impactos positivos? No todo en la vida es blanco o negro, la vida también está llena de color y contrastes. El mayor impacto positivo que ofrece la migración en la familia es el sentido de superación que éste genera tanto en los que se quedan como en los que se van. Los que se quedan tienen que continuar con sus vidas, sin el apoyo y la protección del que ha partido y el que se va tiene que encontrar la manera de sobrevivir y salir adelante.

El hecho de contar con un familiar en el extranjero genera estados de positivismo y esperanza, no es de negar que para muchas personas es un gran motivo de orgullo el afirmar que uno de sus familiares vive en el extranjero. Así mismo la persona que ha migrado ve cómo su estatus dentro de la familia asciende, y ayude o no económicamente, los demás miembros de su familia lo empiezan a ver cómo un privilegiado o privilegiada y/o cómo alguien a quien admirar, lo que impactará positivamente su autoestima.

Si la migración se da en grupo, es decir que todo el conjunto familiar se traslada a vivir al extranjero, durante el proceso de adaptación por lo general las relaciones familiares se estrechan y si en esos momentos se logra establecer una comunicación asertiva y directa es muy posible que las relaciones familiares se mantengan positivas por décadas.

Migrar no es fácil, nunca lo fue en el pasado y muy seguramente nunca lo será en el futuro, por más avances tecnológicos y de comunicación que existan, pero el impacto que ella tenga en nuestras vidas dependerá del estado de preparación que tengamos para asumir el cambo y de los estados de apertura mental y de respeto que podamos desarrollar.

Las familias no son estructuras inertes, todo lo contrario, son entes activos donde los miembros cambian con el tiempo y los roles evolucionan para bien o para mal, así que, si deseamos que la migración no impacte de forma negativa a nuestra familia, mantengamos los lazos afectivos abiertos, mejoremos nuestra comunicación asertiva y ante todo empecemos por respetar la vida y el pensamiento de los demás.

Para mayor información sobre estos y otros temas de migración, psicología y/o desarrollo personal, ingresa en la página web: andreamayoral.com allí existen vídeos y material que te pueden ser de gran ayuda, además si lo que deseas es ponerte en contacto con migo, lo puedes hacer a través del correo electrónico andreamayoralps@gmail.com

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